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Alan Carrasco
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Alan Carrasco - Julio 2017
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Entrevista Alán Carrasco![]()
Entrevista
Ana Cadena: Antes que nada, nos alegra darte la bienvenida a Espacio en Blanco. A pesar de que estemos realizando esta entrevista a distancia, poder compartir tu trayecto con nuestro público y desde nuestro archivo online nos hace mucha ilusión. Háblanos un poco de quién eres.
Alán Carrasco: Soy Alán Carrasco, y nací en España en 1986. En cuanto a mi formación artística, soy técnico superior en Fotografía Artística por la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Vitoria-Gasteiz, graduado en Arte y Diseño por la Escola Massana de Barcelona, máster en estudios museísticos y teoría crítica (Programa de Estudios Independientes) por el MACBA, Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y máster en Literatura Comparada, Estudios Literarios y Culturales por la Universidad Autónoma de Barcelona. Actualmente me encuentro en el primer curso del programa de doctorado en Historia del Arte de la Universidad de Barcelona.
Ana Cadena: Cuéntanos un poco de lo que trabajas actualmente. ¿Qué temas te mantienen ocupado?
Alán Carrasco: Ahora mismo estoy trabajando en un proyecto que está vinculado a la beca Baden-Württemberg / Catalunya –una beca pública de intercambio para proyectos artísticos entre las ciudades de Stuttgart y Barcelona–, que gané y disfruté en 2016 como residente en el Württembergischer Kunstverein de Stuttgart. Se trata de un proyecto que quise poner en relación con el contexto local, porque entendía que era la mejor manera de aprovechar la estancia en la ciudad suaba. El proyecto parte de un texto relativamente desconocido de Michel Foucault, que el filósofo francés leyó a modo de conferencia en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Salvador de Bahía en 1976. Es un texto que se titula Las redes del poder y que se recuperó cinco años después gracias a una transcripción de la conferencia traducida al portugués y publicada en un fanzine anarquista distribuido dentro de la propia universidad.
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Detalle de la página 38 del nº5 de Barbárie Revista de Cultura Libertaria (Salvador de Bahía, 1982) en la que se publicó por primera vez la conferencia de Foucault. En este fragmento Foucault da pie a un diálogo con el auditorio tras su “¿Alguien quiere hacer alguna pregunta”. Alguien en el público respondió con un “¿Qué tipo de productividad pretende lograr el poder en las prisiones?” | Cortesía del CEDAP, Centro de Documentaçao e Apoio à Pesquisa de la UNESP, Universidade Estadual Paulista “Júlio de Mesquita Filho”![]()
Lo interesante de esta conferencia es que es una especie de anexo que sirve de complemento al ensayo Surveiller et Punir: Naissance de la prison que escribe un año antes, en 1975. En esta conferencia Foucault no dice nada especialmente nuevo, especialmente si ya estás familiarizado con su trabajo. Sin embargo, resulta interesante ya que pone en relación las tesis que ya ha trabajado alrededor de las ideas de poder, encierro, castigo, etc., con la posibilidad de establecer un diálogo con la audiencia universitaria. La transcripción conserva, precisamente, las intervenciones y las preguntas de un público que alienta a Foucault a que se manifieste sobre la idea de la prisión moderna, la utilidad del prisionero y el motivo por el que, en pleno siglo XX, se sigan diseñando, especializando y generando nuevas estructuras de castigo.
Además del interés de todo el aspecto performativo que tiene de por sí la conferencia de Foucault, hay que tener en cuenta que esta ocurre durante la Dictadura militar brasileña, exactamente bajo el mandato de Ernesto Geisel. Foucault es una persona a la que inicialmente no se la iba a permitir entrar a Brasil para realizar esta lectura pública, pero finalmente, debido a la importancia de su figura como académico –y seguramente debido al contexto de distensão que se estaba dando bajo el gobierno de Geisel–, las autoridades militares prefieren evitar el escándalo de su veto y autorizan su visado.
Pero, ¿qué otras cosas están ocurriendo en este mismo momento histórico? Yo me he centrado, por un lado, para el proyecto de Stuttgart, en la crisis conocida como Deutscher Herbst (Otoño alemán). Se trata del momento más álgido de la lucha armada de la guerrilla germano-occidental R.A.F. (Por sus siglas en alemán Rote Armee Fraktion, Fracción del Ejército Rojo), que tiene lugar a lo largo del otoño de 1977. A partir de las diversas acciones armadas, consideradas por la República Federal de Alemania como las más graves desde la II Guerra Mundial, la R.A.F. pretende la liberación de sus máximos dirigentes –Andreas Baader, Gudrun Ensslin, Ulrike Meinhof y Jan-Carl Raspe– que han sido encarcelados precisamente en la prisión de máxima seguridad de Stammheim, en Stuttgart, donde finalmente mueren –según diversos indicios podría tratarse de una ejecución extrajudicial, aunque en la versión oficial aún se explica como suicidio colectivo–.
En la primera fase del proyecto mencionado, al que he titulado Proyecto Supermax, lo que hago es analizar el lugar de encierro, que en este caso es la prisión de Stammheim. El título hace referencia a su tipología –una prisión construida a la medida de sus inquilinos, que en los años 60 y 70 se constituye como prototipo de prisión de máxima seguridad–. Stammheim fue el modelo constructivo que más tarde se utilizó para construir otras prisiones de Europa occidental. Una de las particularidades de esta prisión era que el ala situada al sur se construyó específicamente para los prisioneros de la R.A.F.; se trata de un espacio donde se utilizan sistemas constructivos, de seguridad y de vigilancia únicos y novedosos para la época. De tal forma, Stammheim fue la primera prisión en tener circuito cerrado de televisión para vigilancia permanente, convirtiéndose en una suerte de adaptación tecnológica del panóptico de Jeremy Bentham. Por otro lado, se crea una nuevo protocolo que hasta entonces no había existido, y que implica la construcción de infraestructura adicional: se construye la sala de enjuiciamiento dentro de la institución penitenciaria, evitando así los traslados al exterior y reduciendo de esta forma la capacidad de fuga de los prisioneros, extremo que el Gobierno creía altamente probable. Por lo tanto, lo que ocurre en Stammheim es que se construye una sala de enjuiciamiento que, a su vez, sostiene la estructura de los módulos de encierro y, de golpe, la totalidad del ejercicio del poder ocurre en un mismo lugar, de donde el custodiado no saldrá. Lo que les ocurre a los cuatro dirigentes de la R.A.F. es, precisamente, que son encarcelados en esta prisión para nunca salir vivos. A día de hoy la versión oficial cuenta cómo los cuatro miembros de la guerrilla cometieron suicidio. La realidad parece ser muy distinta: dos de ellos se suicidaron con armas de fuego –cosa bastante improbable dentro de la otrora cárcel más segura del mundo–. Otro integrante se colgó del cuello con un cable extraído de su equipo de música que, para ese entonces, ya se les habían retirado de las celdas. Además, resulta improbable que en dichas condiciones de encierro y con vigilancia permanente suceda tal cosa. Evidentemente, dentro de la historiografía más crítica se puede pensar en una ejecución extraoficial, una ejecución sumaria por parte del Estado que, envuelta en esta versión oficial del suicidio pactado, intenta poner fin a la guerrilla alemana mediante la destrucción de su cúpula organizativa y militar.
Sin embargo, el fin de la guerrilla no ocurrió. Si bien es cierto que la desaparición de los cabecillas de la primera generación debilitó notablemente a la organización, también provocó el nacimiento de una segunda generación, a la que se unirá una tercera que llega hasta los años 90.
Por lo tanto, podríamos decir que me encuentro trabajando un poco sobre esa línea: conectando textos académicos, con historiografías y sucesos históricos que siempre me han interesado. Quizá, lo más notorio del proyecto es precisamente la reacción del poder. Cuando se trabaja sobre este tipo de sucesos, en proyectos que intentan redefinir o replantear la Historia –la del relato oficial–, el poder se agita y se incomoda y esto es exactamente lo que sucedió desde mi llegada a Stuttgart. Si bien es cierto que tanto Hans D. Christ como Iris Dressler me recibieron con los brazos abiertos en el Württembergischer Kunstverein, brindándome apoyo permanente, lo que también ocurrió fue que todas las instituciones del Estado alemán que tuvieron que autorizarme las fases restantes del proyecto pusieron trabas, empezando por el propio Ministerio de Justicia de Baden-Württemberg. El departamento de justicia encargado prisiones me negó el permiso para documentar el interior de la prisión de Stammheim, y en especial el ala de la R.A.F. (vacía desde la Todesnacht, “Noche de la muerte”, 18 de octubre de 1977). En ese momento decidí documentar al menos el aspecto exterior de la estructura, pero la policía judicial me identificó y me invitó a abandonar las inmediaciones de Stammheim. Solo pude tomar dos imágenes antes de eso.
Perímetro de la prisión de máxima seguridad de Stammheim, en Stuttgart, en la actualidad. La fotografía muestra el ala de reclusión donde fueron encerrados y perdieron la vida los cuatro dirigentes de la R.A.F. Ulrike Meinhof, Andreas Baader, Gudrun Ensslin y Jan-Carl Raspe | Cortesía de Alán Carrasco, 2016
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Después, ante la incapacidad de poder documentar el espacio real, solicité permiso para acceder al archivo de la Haus der Geschichte (Casa de la Historia) de Baden-Württemberg, ya que posee cantidad de material fotográfico y gráfico de la época, incluidas imágenes de la construcción del recinto carcelario, el estado de las celdas de los miembros de la R.A.F. tras su muerte, etc. Fui invitado con muchísima amabilidad a consultar el fondo documental, e incluso me dejaron llevarme copias digitales de las fichas técnicas de los materiales que me interesaban. La sorpresa llegó unos días después, en forma de comunicación oficial, en la que se me negaba el uso de los materiales que me habían facilitado.
El tercer bloqueo llegó de manos del mismo Ministerio de Justicia. El Proyecto Supermax pretendía concluir en forma de libro, que sería impreso dentro del taller de la prisión de Stammheim por reclusos de máxima seguridad, cerrando así el círculo simbólico entre las reflexiones de Foucault, la historia del Otoño alemán y la realidad carcelaria contemporánea. Lo interesante de la acción de recurrir a la fuerza manual semi-forzosa de los prisioneros era, precisamente, la intención de confrontarlos –mediante la manufactura– a un texto académico que probablemente nunca antes les había sido accesible. Las redes del poder nunca fue publicado en alemán y, además, autores como Foucault difícilmente son integrados en las bibliotecas tipológicas de las prisiones de máxima seguridad. Lo que acaba por cerrar el círculo tiene que ver con lo que Foucault plantea sobre la utilidad del prisionero: en una cárcel de máxima seguridad contemporánea los presos trabajan, son útiles, y generan productividad. En el momento en el que se solicitó el presupuesto para realizar el proyecto de impresión en los talleres de Stammheim –que ofrecen servicios de impresión a particulares– se activó de nuevo cierta maquinaria del poder y, como era previsible, el permiso para imprimir el libro fue denegado.
Actualmente el Proyecto Supermax se encuentra detenido. Se está negociando, con ayuda del propio Württembergischer Kunstverein, los permisos para su impresión en otra prisión del Estado de Baden-Württemberg, presumiblemente en la de Heimsheim, la cual visité en mis últimos días en la región. El primer contacto con el director del taller de impresión –encargado de supervisar el trabajo de los reclusos– fue satisfactorio, y mostró gran interés en el proyecto. En paralelo se está ultimando la preparación de la traducción a alemán y la maqueta final del libro.
Instalación Die Unterdrücker der Menschheit (“Los opresores de la humanidad”) mostrada durante la exposición Die Möglichkeiten en el Württembergischer Kunstverein de Stuttgart, producida como parte de la investigación del Proyecto Supermax. Acrílico sobre muro, 50 impresiones a color sobre papel vegetal A3 y 1.000 adoquines de granito. | Cortesía de Alán Carrasco, 2016
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Por otro lado, estoy trabajando en una segunda fase del proyecto, a la que he titulado El orden de los estados no tolera ya el desorden de los corazones, centrándome en los motines sucedidos durante el mismo periodo en España, en los últimos años de la Dictadura franquista y el inicio de la Transición. Me he centrado precisamente en los motines capitaneados por la COPEL, la Coordinadora de Presos Españoles en Lucha, que se concentraron principalmente en la prisión de Carabanchel (Madrid) y La Modelo (Barcelona), pero también en otras cárceles secundarias como la de Cartagena y la de Burgos. De alguna manera los sucesos protagonizados por la COPEL supusieron una forma más de movilización social y política que ayudó al derrumbe de la la Dictadura.
Me parece interesante –y suele ser una de mis estrategias de trabajo– poner en relación elementos que aparentemente no tienen nada que ver entre sí, pero que finalmente tejen de alguna forma un hilo de continuidad discursiva y de continuidad de luchas. Por ejemplo, la propia existencia de la COPEL como asociación de presos y familiares nace precisamente como réplica del Groupe d'information sur les prisons, creado en 1971 en Francia por iniciativa del propio Michel Foucault. Existe por tanto una doble conexión en torno a la prisión, no sólo a nivel discursiva o teórica, sino también a nivel pragmático.
Ana Cadena: Algo que se ha visto presente en tu trabajo inicial es el tema de plusvalía. ¿Es algo que sigue presente en tu trabajo más reciente?
Alán Carrasco: Efectivamente, a mi modo de ver, la plusvalía es otro de los temas que queda atravesado en varios de mis trabajos. Creo que se trata de un concepto fundamental cuando hablamos de sistemas de poder y de control, y desde luego no se puede eludir cuando nos referimos a un sistema productivista, ya que es la clave fundamental para la acumulación capitalista.
En esta línea tengo, por un lado, el proyecto Plusvalía Cero que, si bien es un proyecto antiguo y que realicé mientras aún era estudiante, creo que define muy bien la manera en que entiendo la estructura del pacto social. En el año 2010, junto a otros estudiantes de la Escola Massana, se me invitó a participar en una pequeña bienal en Italia, que tuvo lugar en diferentes localizaciones rurales de pasado agrícola. Éstas habían sido deshabitadas progresivamente, en busca de oportunidades laborales en núcleos urbanos de mayor tamaño –un fenómeno muy común en los años 60 y 70 en toda Europa–. En este contexto, se me asignó una antigua bodega familiar ya abandonada para la realización de mi intervención. Lo que hago en Plusvalía Cero es muy sencillo y simbólico: exhibo una sala vacía, totalmente a oscuras, que contiene un letrero luminoso que lleva la inscripción italiana Questo è Quanto. Este rótulo, que plantea un juego de palabras, invita al espectador a salir cuando lo desee ya que Eso es todo, No hay nada más, a la vez que formula una pregunta acerca del valor y la cantidad, Cuánto es esto.
Al salir, pensando que efectivamente no hay nada más, el espectador recibía un cheque de curso legal girado contra mi cuenta bancaria por valor de apenas unos céntimos de euro. El importe, aparentemente ridículo, estaba calculado de acuerdo al tiempo empleado por cada visitante y remunerado en función de la media salarial italiana. Este cheque era por tanto, en el mejor de los casos, lo que la persona que lo había recibido cobraba en su puesto de trabajo.
En el reverso del cheque aparecía, efectivamente, una explicación de cómo el receptor estaba siendo remunerado de acuerdo al tiempo empleado en la instalación y, aunque mucha gente decidió tomarse la experiencia con humor, se consiguió despertar también una reflexión sobre el valor de su propio tiempo laboral. La lectura de la pieza quizá se ha quedado en parte obsoleta ya que hoy en día no existe una relación directa entre la fuerza productiva y su remuneración con la aparición de nuevas formas de trabajo, de precariado, de producción cognitiva, etc., que escapan de las formas tradicionales fordistas. Sin embargo, aunque estos fenómenos vuelven la lectura mucho más compleja, en el fondo, la reflexión de Plusvalía Cero creo que sigue vigente: ¿cuánto vale nuestro tiempo? ¿Cuánto valen nuestras ideas? ¿Cuánto vale nuestra fuerza laboral? ¿Cuánta plusvalía generamos a nuestros empleadores?.
Uno de los cheques entregados a la salida de la instalación Plusvalía Cero. | Cortesía de Alán Carrasco, 2010
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Alrededor de estas ideas tengo otro proyecto que conecta, no tanto con el proceso de remuneración en sí, sino con otro tema que me interesa mucho: la ficción del mecanismo de intercambio con el que precisamente se hace posible la remuneración, es decir, la emisión de moneda. Este proyecto, al que tengo especial cariño, se titula Mi primer millón de dólares y creo que define muy bien mi línea de trabajo primario. Mi primer millón de dólares es básicamente una colección de billetes descontinuados de una divisa utilizada en Perú durante los años 80, justo en el momento en el que la economía peruana sufre una importante crisis en la que la hiperinflación llega a alcanzar el 2.178.000% (¡más de dos millones por ciento!). Durante el periodo en que existe el inti, de 1985 al 1991, la mayoría de personas perdieron todos sus ahorros y el país entero se arruinó, forzando al Gobierno a la emisión de una nueva moneda, el nuevo sol, cuyo valor se fija en paridad 1 millón de intis = 1 nuevo sol.
Lo más interesante de ese momento histórico, a pesar de lo trágico, es que se evidencia que la emisión de dinero y la asignación de su valor de cambio se trata de una ficción. Ésta es válida sólo para establecer un mecanismo de intercambio basado únicamente en la creencia subjetiva de que será aceptado por los demás. De tal forma, mediante ese pacto bilateral, se asume como natural que tal o cual trocito de papel impreso en colores tiene un valor de cambio específico.
Lo que hago en Mi primer millón de dólares es literalmente reunir la suma total de 16.800.000 intis, o lo que es lo mismo, la equivalencia precisa a un millón de dólares norteamericanos de acuerdo a la cotización del cambio del día en que yo nací, el 9 de noviembre de 1986. El proceso de recolección de estos cientos de billetes descontinuados me sirvió también como un proceso de investigación casi antropológico, con el que recopilé también las historias familiares de quienes me los donaron. En la mayoría de casos los billetes estaban guardados desde los años 90 en cajas de Monopoly, sobres, cajas de cartón o latas, ya que muchas familias ni siquiera habían ido a canjearlos por la nueva divisa debido al escaso valor de cambio que tenían en sus últimos días de circulación.
La cifra de un millón de dólares me sirve también, en ese contexto de destrucción de la fé del ciudadano en su sistema económico, como elemento crítico de una suerte de imaginario colectivo alrededor del dinero y su vinculación con el éxito social. En Mi primer millón de dólares queda evidenciado que el dinero es una mentira más, una construcción arbitraria del poder y se me ocurre que presentarlos así, ordenados en un muro al desnudo, los convierte en la metáfora visual más poderosa que podría construir con ellos: en estos más de cinco centenares de billetes que exhibo, que en su día valían un millón de dólares, hoy hay apenas un valor equivalente a cinco dólares.
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Instalación Mi primer millón de dólares en el EspaiDos de Terrassa, durante el ciclo expositivo Financial Crimes: Poéticas en la era del colonialismo financiero del curador mexicano Iván Mejía R. | Cortesía de Alán Carrasco, 2013![]()
Volviendo al hilo de tu pregunta, acerca del tema de la fuerza de trabajo y la remuneración, tengo otro proyecto que tiene que ver con la utilización de mano de obra esclava a lo largo de la Guerra civil española que se titula Geschichtsaufarbeitung. En este trabajo tomo como referencia el caso alemán en el que, durante el proceso de desnazificación y sobre todo durante el Programa Alemán de Indemnización por Trabajos Forzados (GFLCP, por sus siglas en alemán), el Estado fue capaz de sentar a las grandes empresas que durante el III Reich se habían lucrado mediante el uso de mano de obra forzosa –principalmente de presos políticos y judíos–, para negociar las indemnizaciones que éstas debían pagar en concepto de reparación a los supervivientes y sus deudos. Al tratarse de empresas aún hoy operativas –hablamos de firmas como Bayer (IG Farben), Pelikan, Kodak, Hugo Boss, Siemens o Krupps, entre otras–, el Estado reconocía la necesidad de indemnizar a sus víctimas, en tanto el crecimiento de sus negocios se debían en gran medida a ese accionar criminal.
Lo que hago en Geschichtsaufarbeitung es analizar, a través de diversa documentación del Archivo General de la Administración, el caso español. El Régimen franquista, aún antes de derrotar a la República, se nutrió de un numeroso contingente de prisioneros políticos para desarrollar actividades de reconstrucción y de producción en régimen de trabajo forzoso. De tal forma, a través de un organismo que pretendía dotar a la trama esclavista de cierta legitimación política, fundan en 1937 el Patronato Nacional de Redención de Penas por el Trabajo (PNRPT), a través del cual el bando fascista gestionará la utilización de hasta 400.000 prisioneros políticos republicanos y antifascistas en una larga lista de empresas públicas y privadas, e incluso en órdenes religiosas, para la construcción de las primeras grandes infraestructuras de la posguerra. En este proyecto, además de conseguir indexar la lista de empresas que se lucraron con mano de obra esclava, trazo una genealogía hasta la actualidad para averiguar si aún hoy operan y, en tal caso, bajo qué nombre y bajo qué responsables.
De tal forma, termino dirigiendo cartas personalizadas a cada uno de los CEO responsables de las empresas que aún hoy existen –se trata de empresas de la relevancia de Renfe, MZA, Duro Felguera, Babock Wilcok, ALSTOM, Huarte, San Román, NAVANTIA o Ybarra, entre otras–, y les pregunto si estarían dispuestos a asumir todo el legado de la empresa y por tanto les invito a que participen en un proceso similar al alemán, enfrentándose, como sugiere el título del proyecto, a su responsabilidad en la historia.
Lo interesante es que, a día de hoy, ninguna de los directivos ha respondido a la solicitud. El envío se hizo con acuse de recibo, es decir, a través de una modalidad postal que garantiza la recepción de la carta por parte de la persona a la que va dirigida. Imagino que es difícil responder a una carta en la que se te pide responsabilidad –o al menos responsabilidad heredada– acerca de unos hechos de tantísima gravedad, y aunque es cierto que muchos de los directivos de hoy día no lo eran en aquel momento, entiendo que de la misma forma que uno hereda el prestigio de una firma, tiene que hacer lo mismo con sus responsabilidades históricas.
Creo que en este proyecto hay una conexión interesante en la que se tejen varios de los ejes de investigación que me interesan, como son la idea de poder, la construcción del relato oficial (el del vencedor) y el sometimiento del perdedor a través de la relación de fuerzas laborales. Evidentemente en este contexto ocurre de la manera más extrema posible: bajo un régimen de ajusticiamiento, venganza, tortura y esclavitud de los perdedores de la Guerra.
Detalle de Geschichtsaufarbeitung que se exhibió en la exposición colectiva Monte de Estépar de Espacio Tangente, a través de la cual se financió la apertura de diversas fosas comunes del citado monte, de donde se recuperaron un centenar de cuerpos de represaliados por el franquismo. | Cortesía de Alán Carrasco, 2014
Ana Cadena: Queda claro que existe una labor de investigación importante dentro de tu trabajo. ¿Puedes hablarnos un poco más sobre cómo llevas este proceso a cabo?
Alán Carrasco: Cada proyecto es distinto y necesita estrategias diferentes para acceder a las fuentes pero, en este caso, fue a través de diversos archivos de Madrid –ciudad donde, junto a Salamanca se concentró gran parte de los materiales de la Guerra civil–. En el caso de Geschichtsaufarbeitung, las fuentes básicas fueron el Archivo General de la Administración (situado en Alcalá de Henares), donde se encuentran los libros de actas de las sesiones del propio Patronato Nacional de Redención de Penas por el Trabajo (PCRPT). En este caso, al tratarse de un organismo oficial que fue dependiente del Ministerio de Justicia franquista, aunque condicionadas al relato fascista, las fuentes documentales están archivadas en la Administración. Muchos de estos archivos son públicos, y, aunque la gente no suele estar al tanto, se puede acceder a ellos simplemente contando con un carnet de investigador. Para este proyecto también me he basado en bibliografía especializada de algunos autores que ya habían trabajado este tema y que abrieron, de alguna forma, la senda desde una perspectiva historicista desde la academia. Lo que sí ocurre, por ejemplo, es que sigue habiendo cierta dificultad para acceder a una fuente tan importante como los archivos militares y que, lamentablemente, no se rigen con la misma legislación que un archivo civil. En este tipo de temas sigue habiendo mucha ocultación de fuentes, y aún hoy, hay mucha información que desconocemos. Quizá en el caso de la Guerra civil ya no ocurre tanto, pero por ejemplo, en el de la Transición española, que es un evento mucho más reciente, nos encontramos con que muchos de los materiales de archivo siguen siendo documentos clasificados, es decir, materiales que no pueden ser consultados porque sobre ellos pesa una restricción de acceso estipulada por el poder.
Sin embargo creo que esto también nos ayuda a entender cómo funciona el archivo: ni todo el material es consultable, ni el archivo es inocente. Estos responden a una agenda e intención política, y a un criterio específico que dicta la institución que lo acoge, a pesar de que pueda querer mostrarse como una documentación ordenada de manera objetiva y aséptica.
En el caso de los proyectos que he realizado en Alemania, la documentación a la que he accedido está albergada también en archivos públicos. De tal forma, para el Proyecto Supermax, la fuente principal fue el archivo de la Haus der Geschichte del estado de Baden-Württemberg, que aunque es relativamente pequeño dispone de materiales muy interesantes y con una indexación, datación y siglado muy eficaz. En este caso no se me puso ningún impedimento a la hora de consultar todo el contenido del archivo, sin embargo, tal y como comentaba anteriormente, el problema vino después cuando se me prohibió el uso de cualquiera de los materiales referidos a la guerrilla alemana R.A.F. que ya me habían autorizado a copiar. De tal forma, el archivo tiene otras formas de bloquear cierta información. Si bien, como centro público que es, está obligado a ofrecer ciertos materiales a los investigadores que lo soliciten, disponen de mecanismos de semi-censura que permiten limitar la propagación de ciertas informaciones, alegando, por ejemplo, problemas legales referidos a la autoría o derechos de autor de ciertas imágenes, imposibilitando así su reproducción y difusión.
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Algunos de los materiales de investigación obtenidos en la Haus der Geschichte durante la fase de documentación del Proyecto Supermax y que finalmente no dejaron utilizar al artista. | Cortesía de Alán Carrasco, 2016
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Ana Cadena: Otro tema que hemos observado dentro de tu cuerpo de obra es el de la frontera y el estado-nación.
Alán Carrasco: Si, absolutamente. Este es otro de los temas que me interesan mucho y creo que está bastante bien reflejado en mi producción. Desde una perspectiva europea, el siglo XX es especialmente convulso debido a una serie de movimientos políticos e intervenciones militares conocidos que rearticulan el Continente, modificando gran cantidad de sus fronteras internas. Sin embargo, la idea de los límites geográficos y políticos, si bien se redefinen algo antes, con el proyecto de la Modernidad, está estrechamente vinculado con la historia imperial y colonial.
Me parece interesante trabajar estos temas desde el hoy porque nos ayuda a entender absolutamente todos los episodios que hemos vivido y de donde vinimos. Que ahora mismo nosotros dos estemos produciendo este texto en castellano de una manera tan eficiente, a pesar de nuestros 10.000 kilómetros de distancia, refleja a la perfección la sofisticación de la maquinaria de dominación, sometimiento e imposición cultural que se dio desde el siglo XV.
Lo que más me interesa de la idea del estado-nación es la paradoja de que, presentándose a sí mismo como un proyecto de la Modernidad, alternativo a un caduco sistema feudal, termina replicando en la contemporaneidad todos los fantasmas del imperio colonial: hoy vemos más claro que nunca el control e impermeabilización de las fronteras, la defensa y construcción de la identidad nacional como un parapeto frente al otro, la redacción de marcos jurídicos que legitiman la exclusión o la imposibilidad de ser, etc.
Me interesa en particular analizar el proceso de naturalización de estas estructuras, que si bien responden a ciertos grados de implicación y vinculación cultural, a procesos históricos concretos, en el fondo, el estado-nación no es sino una arbitrariedad, una ficción sobre la que se construye un relato fundacional –en muchas ocasiones sobre mitos– que sirve para su funcionamiento y que permite que cierta porción de territorio delimitado mediante una frontera goze ahora de cierta legitimación jurídica.
En esta línea he trabajado en varios proyectos, principalmente interesado en la idea de la definición. Me he dado cuenta de que los mismos diccionarios, bien académicos, bien lingüísticos como el de la RAE, o incluso politológicos, se ven de alguna manera impotentes a la hora de tener que explicar una realidad compleja como puede ser estado, país o nación. En este sentido, se ven obligados a ofrecer una multiplicidad de acepciones distintas –algunas de ellas entran incluso en contradicción–, evidenciando finalmente cierta imposibilidad de explicar estas ficciones. Algunos de los trabajos alrededor de estas cuestiones son, por ejemplo Sin título (Nación), Possunt quia posse videntur I o el más reciente Multitud.
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Detalle de Multitud exhibido en el Centro Cultural de España en Lima. | Cortesía de Alán Carrasco, 2017
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Ana Cadena: Dicho lo anterior, quizá valga la pena adentrarnos un poco en Papel Mojado y la manera en la que abordas el conflicto de Palestina.
Alán Carrasco: Papel Mojado es una pieza que produje en 2014, durante el ataque de Israel a la Franja de Gaza en la operación militar conocida como Mivtzah Tzuk Eitan (Margen protector). En este trabajo se recopilan los textos de todas y cada una de las resoluciones aprobadas en el Consejo de Seguridad de la ONU referidas a “La cuestión de Palestina” emitidas durante los últimos 66 años, desde la primera vez que se nombra como tal, hasta el momento en el que se produce la pieza. La particularidad del Consejo de Seguridad es que, a diferencia de otras instancias de la ONU que sólo pueden realizar recomendaciones a los gobiernos, éste puede tomar decisiones (llamadas “resoluciones”) y obligar a los miembros a cumplirlas, de acuerdo a lo establecido por la Carta de las Naciones Unidas. A pesar de ello, las resoluciones referidas a “La cuestión de Palestina” han sido sistemáticamente incumplidas por el Estado de Israel.
Esta colección de resoluciones se presentan selladas dentro de una caja de acrílico construída a medida, de forma que sólo se puede leer la última resolución, fechada en enero de 2009, que queda arriba de todas. Las demás quedan bloqueadas en su lectura, pero no importa, porque prácticamente dicen lo mismo desde hace seis décadas y, sobre todo, porque no van a ser cumplidas. A lo largo de esos 66 años las resoluciones reiteran, en ocasiones incluso con párrafos íntegros copiados, las demandas del respeto a las fronteras, derechos humanos, situaciones de los refugiados, asentamientos ilegales, colonos, etc. Por tanto, el Consejo de Seguridad –que se presenta a sí mismo como un organismo con una representación democrática y garante de todos los países–, aparece a través de esta reiteración de exigencias no cumplidas como una organización más bien asimétrica, en la que algunas potencias tienen capacidad de veto sobre las propuestas de los demás.
El título, Papel mojado, hace referencia a una expresión coloquial castellana que se refiere a una cosa que es inútil o inconsistente.
Este proyecto conecta muy bien con los anteriores ya que relaciona la estructura estadio-nación con el momento histórico actual en el que son, precisamente, las estructuras supra-nacionales las que ordenan y organizan la política internacional. Es un momento sumamente complejo, en el que el orden de los estados-nación parece haber perdido sentido y donde las ya mencionadas estructuras supranacionales no tienen que consultar nada con las antiguas naciones sobre las que mandan, pero, sin embargo, es también un tiempo político en el que la estructura de estado-nación permanence con mucha fuerza y virulencia. Lo estamos viendo con el resurgir del nacionalismo blanco de corte xenófobo y racista como en EE.UU., o en la misma Europa, como se ve en Francia, Polonia, Alemania o Hungría. Este momento histórico es también muy interesante, porque estamos presenciando dos cosas a la vez: por un lado el desmoronamiento de esa entidad, el estado-nación, a la par que avanzamos en un camino de globalización e hiperconexión de territorios, pero por el otro una regresión y recrudecimiento de estas ideas de identidad nacional, de prioridad nacional, de cierre de fronteras, de control y expulsión de poblaciones migradas, etc.
Edición limitada de afiches basados en el proyecto Papel mojado editados por Sant Andreu Contemporani con motivo de la exposición La historia se repite más de dos veces, curada por Miguel Amado. | Cortesía de Alán Carrasco, 2016
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Ana Cadena: Es una pregunta compleja pero ¿crees que el arte contemporáneo sea una herramienta eficaz a la hora de meditar sobre problemas políticos, económicos y sociales de nuestro presente inmediato?
Alán Carrasco: Es una pregunta para la que no tengo una respuesta muy clara. Creo que soy bastante autocrítico en este sentido, porque aunque asumo que la práctica artística contemporánea es un marco y un tipo de lenguaje que controlo, en el que me siento cómodo, y que me facilita una manera de trabajar que me permite hacer una investigación previa y luego, en todo caso, producir un resultado que seguramente es más accesible para un potencial público que un texto académico, por ejemplo, soy de la idea que el arte nunca ha cambiado nada. Yo creo que es importante que la gente que trabajamos –y me gustaría destacar el uso de trabajamos– en arte o en cultura, deberíamos empezar a reflexionar un poquito sobre nuestra práctica con una dosis menor de egocentrismo y con los pies bien apoyados en la tierra sobre la idea de que nuestro trabajo no es fundamental para prácticamente nadie. Deberíamos tener claro que si bien el arte, como cualquier otra producción cultural, puede cubrir ciertas cuotas de interés intelectual, de reflexión o de mero placer estético, pero desde luego no es una prioridad ni una necesidad vital de casi nadie, especialmente en estos momentos de crisis global.
Yo creo que el primer paso sería asumir esa idea de que nuestro trabajo no va a salvar el mundo, ni mucho menos va a cambiar la historia. A partir de ahí el enfoque que podemos darle es muy personal. En mi caso, si me dedico a las artes visuales, es porque creo que tengo algo que decir respecto a algunos temas, y porque me gustaría que mi trabajo cree réplicas o debates y diálogos con el público. Las veces que he tenido oportunidad de intercambiar opiniones en sala, con las personas que se han acercado a ver algún trabajo, han sido momentos de especial interés, porque es ahí, en esa posibilidad de diálogo e intercambio, donde la obra adquiere su sentido.
Por otro lado creo que me dedico a esto porque no sé expresar estas inquietudes o estas ideas de mejor forma. Tampoco tendría mayor problema si algún día descubro otro camino. En mi producción hay proyectos que se formalizan como obra que se exhibe, otros que quizá se convierten en un librito –como el texto que estoy trabajando de Foucault para Proyecto Supermax– y que terminan teniendo una divulgación exclusivamente en formato impreso. En este caso, funciona mejor así porque no va a ser posible explicarlo exhibiéndolo en sala… La verdad es que yo no encuentro problema con eso. A veces hay proyectos artísticos que exceden el espacio de exposición y no creo que sea malo. Supongo que finalmente se trata de ver el verdadero sentido de lo que cada uno hace y, sobre todo, ser honesto con uno mismo. Si tu objetivo es exponer y que coloquen tu nombre en vinilo en el vidrio de la galería es legítimo, pero, al menos en mi práctica, a veces no funciona y puede volverse en tu contra, convirtiéndose en algo limitante. A veces la cuestión estetizante está tan presente que termina absorbiendo el verdadero sentido conceptual de los trabajos.
Ana Cadena: Por último y si te apetece, háblanos un poco sobre tus proyectos a futuro.
Alán Carrasco: Ahora mismo estoy trabajando en varias producciones simultáneamente, pero apenas están en una fase de investigación inicial y no sé con certeza hacia dónde se dirigirán. Por un lado, después de mi estancia en Stuttgart, me trasladé a Berlín con una beca para artistas que me ofreció el Goethe-Institut, donde estuve investigando sobre un tema que siempre me ha interesado mucho y que es, de alguna forma, el germen de mi tesis doctoral. En ese sentido estuve trabajando en diversos archivos de la ciudad acerca de la relación entre la arquitectura, el urbanismo, el sentido y ordenamiento de la ciudad y el poder. También presté mucha atención al proyecto del Movimiento moderno y su relación con el complejo contexto sociopolítico europeo de las primeras cuatro décadas del siglo XX.
Mientras tanto, estoy iniciando mi tesis doctoral para la cual estoy planteando una investigación centrada en el sentido simbólico y hermenéutico de diversos espacios escultóricos y memoriales alemanes producidos por los sucesivos poderes a lo largo de los 70 años que van desde el fallido Spartakusaufstand de 1919, hasta la caída del Muro de Berlín en 1989.
El artista frente la Zweifamilienhaus 1-3 construída por Le Corbusier y Pierre Jeanneret, en el complejo Weissenhofsiedlung de Stuttgart. El recinto, construído en 1927 para acoger la exhibición arquitectónica Deutsche Werkbund, está considerado como uno de los espacios más representativos de la Neues Bauen, la vertiente arquitectónica de la Nueva Objetividad alemana, que apenas estuvo activa en el breve periodo entre la adopción del plan Dawes y el auge del nazismo. | Cortesía de Alán Carrasco, 2016![]()
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